• -Presencia colombiana en Cataluña desde el modernismo-

  • Bogotá, 25 de julio de 1891
    Señor don Antonio Rubió i Lluch
    Barcelona.
  • Muy querido y respetado amigo:
  • Su amigo el respetado poeta y político Miguel Antonio Caro me ha animado a escribirle, en agradecimiento a su amable nota publicada en la España moderna, en mayo del presente año. En ella usted hace alusión a mi padre, don Ricardo Silva, y a mí mismo y mis poesías...
    Su generosidad, viniendo de quien viene, y con los aires de España y de Cataluña, ha sido muy significativa para mi, tanto más por cuanto que mi querido padre falleció hace ya cuatro años. Este triste suceso me anima ahora a escribirle a nombre de los dos, a lo cual se añade el hecho, mi querido y respetado amigo, de no haber podido conocerle hace siete años, cuando visité su ciudad, y en una rápida escapada que tuve tiempo de hacer por España...
    Llegué en tren a Barcelona en pleno verano de 1885 y quedé deslumbrado por sus sol y sus avenidas, que tan bien evocan los boulevares de Paris, al ser el resultado de una reforma urbana impresionante y en mi opinión superior a la de Haussmann. Dicho lo cual he de reconocer que el ferrocarril no es tal vez la mejor forma de llegar a esa ciudad portuaria, donde acaba de erigirse un monumento a Colon, que he podido ver en unas hermosas imágenes que han circulado aquí en Bogotá con motivo de la exposición de 1888. Pues a Barcelona, puerta de entrada en España, hay que llegar no en tren sino en barco, que es como llegan y por donde llegan todos los que viajan de mi país a la madre patria. Tan famosa es Barcelona entre los americanos de estas tierras que muchos hablan de ella como si fuera la capital de España... ¿Quién puede pensar aquí en Madrid, cuando saben que cuando pisan tierra española lo hacen primero en Barcelona?
    Sin embargo, sus escritos me han revelado cosas en las que en mi rápido viaje no tuve tiempo de profundizar. Estoy pensando en la literatura y la cultura catalanas, pues bien sé que ustedes tienen a clásicos como Raimon Llull y Ramón Muntaner, y a escritores modernos como Jacinto Verdaguer, Joan Maragall o el malogrado Joaquin Bartrina, autor bilingüe, cuyos poemas en castellano acabo de leer... Y es que ocurre que muchos de los que viajamos a Cataluña y a España, apenas si sabemos que en la Madre patria se hablan otras lenguas diferentes del Castellano, que es nuestra lengua madre, subsanadota de unas ignorancias y fomentadora de otras, que si bien nos dan una imagen muy completa de la vida y el mundo a través de su literatura, nos deja en ayunas acerca de otras, en lo que se refiere especialmente al movimiento filosófico y cultural europeo...
    Pero no seré yo quien le informe a usted de lo que ocurre en Europa, especialmente en Francia, pues lo supongo al tanto de ello, como estudioso que es de otras lenguas y literaturas.
    Queden estas palabras como un testimonio de buena voluntad, de un admirador suyo, del movimiento cultural español y catalán y, sobre todo, de su hermosa ciudad.
  • Créame siempre su amigo verdadero y seguro servidor.
  • José. A Silva.
  • Creo que esta carta de José Asunción Silva a don Antonio Rubio y Lluc refleja toda la idiosincrasia y el saber (sobre el mundo, sobre Europa, sobre España), de un hispanoamericano culto de la época
    Se trata de una información de la que, años después, y al menos parcialmente, Silva dejará un rastro perceptible en su novela De sobremesa, donde aparecen citados los atentados anarquistas que caracterizaron el fin de siglo español. El marco histórico exacto es el de la primera republica, el gobierno del general Prim y su asesinato, la monarquía de Amadeo I, la proclamación de la Primera República Española, el estallido de la tercera guerra carlista, la difusión de las ideas de la Primera Internacional y, finalmente, la restauración borbónica en la persona de Alfonso XII. En ese marco, un hecho puso a España en el centro de la atención mundial: la exposición universal de 1888, en Barcelona... En Cataluña, es un período muy significativo, con el desarrollo de la actividad política del país sobre el telón de fondo de la represión del movimiento obrero y, en el terreno de la identidad cultural, la aparición de un movimiento de inspiración romántica que promueve la cultura y la lengua catalana: la Renaixensa
  • Ocupémonos ahora el autor de la carta y su destinatario. ¿Quién era José Asunción Silva? Desde el ángulo que aquí interesa, el de las relaciones entre Colombia y España, cabe decir que Silva, el más célebre poeta colombiano, es el segundo en introducir en la península el evangelio del Modernismo, que como bien saben fue un movimiento originado en Hispanoamérica que revolucionó las letras en castellano y del cuál fueron miembros destacados Rubén Darío, José Martí, Gutiérrez Nájera y otros...
    ¿Quién era Antonio Rubio y Lluc?
    Antonio Rubió i Lluch (nacido en Valladolid en 1856 y muerto en Barcelona en 1937), amigo y compañero de carrera de Marcelino Menéndez Pelayo, y maestro de Ángel Valbuena Prat, fue como el primero un ilustre filólogo e historiador. Helenista y medievalista, escritor en catalán y castellano, fue además el decano de los americanistas hispánicos, junto a don Juan Valera, o tal vez su fundador. Por eso merece un lugar destacado en las historia de las relaciones culturales entre España y América y es de extrañar que en el volumen histórico recientemente publicado por casa de América no haya ni una sola ni una mención de su nombre. Unos de los libros de Rubio i Lluc, libro pionero en el americanismo hispánico, se titula: Estudios Hispano-Americanos, apareció en 1923 y es el resultado de una serie de artículos publicados entre 1889 y 1922.
    De este joven erudito, que en 1888 tiene solo treinta y dos años, y es ya autor de una buena cantidad de trabajos sobre Grecia y Cataluña, diré fue unos de los primeros cónsules colombianos en Barcelona o, al menos, el primero no colombiano del que tengo noticia. No he tenido oportunidad de consultar en Colombia los archivos (en España no debe haber ninguno) pero el azar me ha deparado una agradable sorpresa; en una librería de viejo he encontrado un libro de Leyes colombianas dedicado a él, un libro que debió pertenecer al consulado colombiano en Barcelona, y donde se lee que fue nombrado cónsul de Barcelona en 1888, en sustitución del general D. Antonio B. Cuervo.
    Este joven catalán fue nombrado cónsul de Colombia en Barcelona en vísperas de la exposición universal supongo que por mediación de don Miguel Antonio Caro, presidente de Colombia y filólogo, y es el primer escritor peninsular que mencionó el nombre de José Asunción Silva en España: tal cosa ocurrió en la España moderna, en mayo de 1891, cuando Silva solo tenía 25 años y él 35. Tras invocar a don Ricardo Silva, "cuyos cuadros de costumbres recuerdan con gusto todos los colombianos", Rubió y Lluch cita a "José Asunción Silva, joven aún, que se proponía no ha muchos años publicar en Europa sus poesías". Lo más probable es que, para escribir estas líneas, el joven erudito catalán se inspirara en una antología de poesía colombiana titulada El Parnaso colombiano, publicada en Bogotá en dos tomos 1886-7, muy poco antes de su debut como cónsul: en efecto, el segundo tomo de esa celebre antología se encuentra la primera biografía oficial de Silva, que, por su brevedad, transcribo aquí entera: "Nació el 27 de noviembre de 1865 en esta capital; es hijo del distinguido escritor de costumbres Ricardo Silva. Recibió su educación en los principales colegios de esta ciudad y se ha dedicado al comercio. Actualmente se encuentra en Europa, donde se propone publicar su bellas poesías"
    Respecto a José Asunción Silva, he de decir que en España no se volvió a saber oficialmente de él hasta el 30 de octubre de 1900, cuatro años después de la muerte del poeta, cuando su poema más célebre, el nocturno "Una noche", fue publicado en la Unión Iberoamericana por Pedro González Blanco, precedido de un amplio retrato del poeta, en el que se lo presentaba ahora en su condición de suicida y se lo elogiaba como el autor de un poema "que no puede compararse con nada de lo hasta ahora escrito...".
    Aunque posterior a la de Rubén Darío, la influencia de Silva, fue grande en España (especialmente en Juan Ramón y luego, con menos creatividad, en Gabriel y Galán), y ella se dio casi fundamentalmente a través del poema citado en la Unión Iberoamericana; posiblemente este poema sea, en la historia de las letras, un caso único en cuanto a la irradiación de una influencia de escuela, en ese caso la modernista, a través de una obra mínima (cincuenta y cinco versos). De todos modos, cuando apareció el primer volumen de sus poemas, en 1908, en Barcelona editado por Mauri, con prólogo de Miguel de Unamuno, había tanta expectativa que la edición se agotó e inmediatamente el libro tuvo que ser reeditado.
    Dejo constancia al terminar este primer apartado que la carta de Silva con la que lo he abierto es una carta virtual, que he descubierto para ustedes en mi imaginación, hazaña en la cual me he sentido autorizado por haber sido el descubridor, en 1890, de una carta real: la que en 1890 Silva le escribió en francés a Gustavo Moreau, carta publicada en mi biografía de Silva: José Asunción Silva una vida en clave de sombra, aparecida en la editorial Monte Avila en 1990.
  • (primera parte de la conferencia de R.C.G.)

  • Carlos Martin, recordado por García Márquez:

    "Martín prescindió del magnífico apartamento de la rectoría. Instaló su oficina de puertas abiertas en el patio principal, y esto lo acercó más aún a nuestras tertulias después de la cena. Se instaló para largo tiempo con su esposa y sus hijos en una casona colonial bien mantenida en una esquina de la plaza principal, con un estudio de muros cubiertos por todos los libros con que podía soñar un lector atento a los gustos renovadores de aquellos años. Allí lo visitaban los fines de semana sus amigos de Bogotá, en especial sus compañeros de Piedra y Cielo. Un domingo cualquiera tuve que ir a su casa por una diligencia casual con Guillermo López Guerra, y allí estaban Eduardo Carranza y Jorge Rojas, las dos estrellas mayores. El rector nos hizo sentar con una seña rápida para no interrumpir la conversación, y allí estuvimos una media hora sin entender una palabra, porque discutían sobre un libro de Paul Valéry, del que no habíamos oído hablar. Había visto a Carranza más de una vez en librerías y cafés de Bogotá, y habría podido identificarlo sólo por el timbre y la fluidez de la voz, que se correspondía con su ropa callejera y su modo de ser: un poeta. A Jorge Rojas, en cambio, no habría podido identificarlo, por su atuendo y su estilo ministeriales, hasta que Carranza se dirigió a él por su nombre. Yo anhelaba ser testigo de una discusión sobre poesía entre los tres más grandes, pero no se dio. Al final del tema, el rector me puso la mano en el hombro, y dijo a sus invitados:

       -Este es un gran poeta.

       Lo dijo como una galantería, por supuesto, pero yo me sentí fulminado. Carlos Martín insistió en hacernos una foto con los dos grandes poetas, y la hizo, en efecto, pero no tuve más noticia de ella hasta medio siglo después en su casa de la costa catalana, donde se retiró a gozar de su buena vejez."

    García Márquez, Vivir para contarla.